Descripción
James Thurber ha sido llamado «uno de los más grandes humoristas del mundo» por Alistair Cook de The Atlantic y «una de las grandes instituciones norteamericanas» por Stanley Walker del New York Herald Tribune, y pocas obras revelan su genio de manera tan poderosa como sus fábulas. Eternamente entretenido y soberbiamente satírico, Thurber señala las idiosincrasias de la vida con frivolidad verbal, una perspicacia hilarante, astucia política y, por supuesto, con moralejas peculiares y memorables.
Inéditas en español, los lectores pueden deleitarse con ochenta y cinco fábulas del más importante humorista del siglo xx reunidas por primera vez en una sola antología. Aquí, en Fábulas reunidas, un libro esencial para lectores de todas las edades, se conjuntan las Fábulas para nuestros días, Más fábulas para nuestros días y Fábulas para otros días —diez fábulas nunca antes reunidas, ilustradas por diez artistas contemporáneos, entre quienes se incluyen Seymour Chwast, Mark Ulriksen, Laurie Rosenwald y R. O. Blechman.
Los temas que ocuparon a Thurber en todos sus libros se retoman y destilan en las fábulas con una autoridad madurada: el complejo trayecto del amor; la amargura de la esperanza perdida; la lengua falsa y nuestra pérdida de control sobre el lenguaje; la desconfianza y la sospecha; la propagación del odio; la fragilidad de la paz. Estas fábulas son, en verdad, para nuestros días.
«Todo deporte tiene a su “más grande”, a su “mejor de todos los tiempos”: Babe Ruth, Muhammad Ali, Jack Nicklaus, Pelé, Roger Federer. El deporte de crear caricaturas, fábulas y curiosos ensayos que nos hacen doblarnos de la risa tiene a Thurber. Es, y tal vez siempre será, “el mejor”».
Stephen Fry
«Aquí yacen grandes palabras y líneas llenas de ingenio y sabiduría como las que un padre le podría leer a un hijo o, en todo caso, una madre a un padre mientras su hija está de pie con los brazos cruzados y una mirada cómplice. Qué agradecido estoy de que mi papá me haya leído a Thurber; de otro modo, no habría sabido nada de estas fábulas y no tendría manera de pasar el tiempo hasta que nuestras pesadillas actuales salgan disparadas por la ventana».
Elvis Costello
«Thurber celebra a los perdedores, a los torpes, a los poco populares… y, sin embargo, nunca es un observador engreído».
Tracey Ullman
«James Thurber me enseñó a leer. Sus dibujos eran tan extrañamente intrigantes que tenía que saber más, así que me sumergí en las palabras, y las cosas no hicieron más que volverse más graciosas. Es una de las relaciones más largas e importantes de mi vida lectora».
Michael McKean
«La genialidad de Thurber fue hacer de nuestra desesperanza una fábula humorosa».
John Updike, 1956
«Fue Whitman quien quiso darse vuelta y vivir entre los animales; fue Thurber quien lo consiguió en los únicos términos posibles: reclutándolos para la interminable batalla por la cordura humana».
Manchester Guardian (Londres), 1957
«Toma a Esopo o a La Fontaine y añádele una pizca de locura; sazona con los dibujos de un hombre cuya mirada perfecta no se ve distraída por una buena vista… y ni siquiera así tendrías una fábula de Thurber… No la tendrás porque una fábula de Thurber es única en el sentido más unicórnico de la palabra. Una fábula de Thurber nos ofrece ese mundo de humor especial que identificamos como Thurbeia, un reino delicado y alocado que se encuentra entre el paraíso y la dicha, habitado por feroces mujeres de cabellos blancos y hombres aprehensivos a quienes la vida ha pasado de largo (y en sentido contrario, hay que decirlo), y por el sabueso del idealismo que mira incrédulo al bicho de la realidad».
Evening Citizen, Ottawa, Canadá, 1953
«Estas fábulas vuelven de manera deliciosa a algunas de las fábulas clásicas más conocidas. Están ilustradas con los incomparables —y en verdad quiero decir incomparables— dibujos del señor Thurber. Pues nadie llena unas cuantas líneas descuidadas con tanto gas hilarante como él».
Chicago Tribune, 1940
«Estas pequeñas historias, en las que una gran variedad de animales nos muestra cuán humanos somos en realidad, son realmente desternillantes».
Saturday Review of Literature, 1940
«Pero Thurber, el fabulista, recurre sin problemas a los invaluables servicios de Thurber, el artista de servilleta. Estas figuras ectoplásmicas, al parecer concebidas en una cabina telefónica entre llamadas a números equivocados, dinamizan las Fábulas más de lo que podría hacerlo el trabajo de cualquier otro artista, aun si contara con una selección que fuera de Cimabue a Margaret Bourke-White. Las pequeñas figuras de animales y personas representan todos los humores humanos, salvo por la nobleza y la serenidad. Esto no es una falla, pues resulta no haber ninguna serenidad o nobleza en las Fábulas».
Saturday Review, 1956
«Thurber es un original. Los críticos que lo han llamado sólo el Swift de nuestros tiempos lo subestiman, pues Thurber es algo especial, algo en sí mismo y por sí mismo, un fenómeno tan importante en nuestros días como la Feria Mundial o la Primera Guerra. No cambiaría uno de sus libros por nada en el mundo. Pero les advierto: las risas aquí contenidas son casi todas de desesperación».
Memphis Tennessee Appeal, 1940
«En Alemania, a este Esopo alrevesado lo habrían quemado en la hoguera por subversivo, loco, inmoral, decadente y derrotista. También es exquisito».
The Nation, 1940
«Thurber escribe con tanta sencillez y perspicacia que a los lectores les cuesta trabajo creer que no hay algún significado esotérico escondido detrás de cada palabra, y que sus propias ilustraciones —sencillas, por lo general dibujos de un solo trazo— son sólo lo que aparentan y no una suerte de cortina de tinta que oculta todo tipo de sutilezas. Podrá no gustarte (aunque sus devotos lectores no logran comprender cómo podrías tener un hueco tan grande en tus gustos), pero cualquiera que diga que no lo entiende es porque está perdido en una bruma mental de su propia creación».
Chicago Sunday Tribune, 1956
«Las fábulas de Thurber son escuetas, luminosas, concentradas; son los últimos cuartetos de Thurber. Su conflicto ha pasado a un plano superior: ya no se trata del hombre contra los artefactos, ni del hombre contra la mujer. Se trata de la sátira contra el humanismo. Thurber no odia a la humanidad, como Swift; le preocupa, lo esperanza, tiene una visión del paraíso… Pero, a final de cuentas, esta es la sabiduría destilada del profeta ciego».
Observer, Londres, 1957
«Mientras el señor Thurber continúe llenando nuestra oscuridad con sus pequeños garabatos, los estadounidenses nunca estaremos en riesgo de perder la utilidad de la risa».
NY News, Búfalo, 1956
«Aquí, Thurber continúa de forma enérgica con su tarea autoimpuesta de intentar bromear con la humanidad hasta que ésta se tome en serio a sí misma. Si fracasa, habrá sido sólo porque la humanidad no está prestando atención».
Texas News, Lufkin, 1957




